Seres humanos y el Microcosmos

 Los sabios del mundo antiguo, que no acostumbraban a hablar en vano, sino en el momento oportuno, decían que el hombre terrestre es un MICROCOSMOS, es decir, un pequeño universo.

A menudo he visto a profanos asombrarse de esto, y a ocultistas justificar este nombre con analogías insuficientes.

Existen sin duda relaciones no arbitrarias que unen alguna de las diferentes partes del COSMOS con los distintos miembros del cuerpo humano; la magia astrológica atribuye a cada uno de nuestros órganos la influencia del planeta del que lleva su sello: El Sol gobierna el corazón, Saturno el hígado, y así sucesivamente. 



El dodecanato zodiacal tiene sus correspondencias anatómicas, de la misma manera que el septenario de los planetas, aunque con distintos nombres.

En las obras de Jean Belot y de Cornelius Agrippa podrán encontrar explicaciones a estas místicas relaciones. Nada de ello es considerado aproximativo o vano.

Por otra parte, se alega también que el hombre terrestre está compuesto, como el mismo universo, de cuerpo, alma y espíritu. Manifiesta como él un ser vivo cuaternario, donde el ternario se tonaliza en la unidad síntesis. 

Pero cualquiera de estas analogías, a las que tenemos buen cuidado de no responder, no legitima más que lejanamente la adaptación que hacían los teósofos antiguos de la palabra MICROCOSMOS al hombre individual considerado dentro de su condición terrestre. 

En efecto, idénticas relaciones vinculan el primer animal aparecido con los astros, y que yo sepa, nadie ha dicho jamás que un caballo, un gavilán o una ballena sea un MICROCOSMOS. Pero el ternario: CUERPO-ALMA-ESPÍRITU se distingue muy bien en cualquier ejemplar individual, aunque sea del reino mineral. 

Estas impresiones no dejarán de causar huella en todos aquellos que conozcan la repugnancia que sentían los antiguos sabios por las palabras vacías, o por una expresión poco precisa. Estos iniciados han fundamentado siempre al estudio de los mundos inaccesibles a los sentidos en INDUCCIONES ANALÓGICAS; y por tanto, es evidente que si sus razonamientos fueron justos, las relaciones de analogía que servían de base a sus cálculos no serían aproximativas, sino rigurosas y matemáticas. 

Pero tranquilicémonos, el hombre terrestre es un MICROCOSMOS en el sentido más inflexible y más estricto, pues él es al MACROCOSMOS o al universo viviente, lo que lo particular es a lo universal, el submúltiplo a la unidad, lo relativo a lo absoluto y lo finito a lo infinito. 

EL UNIVERSO, dice el marqués de SAINT-YVES, es EL SER DE LOS SERES, Y ESTE SER QUE CONTIENE A TODOS LOS DEMÁS EN ÉL ES EL HOMBRE MISMO. 

El ilustre teósofo resume y formula en esta sencilla frase uno de los secretos más escondidos de la antigua RELIGÓN-SABIDURÍA, el corolario inmediato del supremo e inefable misterio, a cuya esencia siempre han evitado los adeptos hacer cualquier alusión precisa, incluso entre ellos, y al que designan en términos místicos GRAN ARCANO DE LOS ARCANOS. 



En sentido superlativo, Adán, el hombre universal, es pues el Verbo Divino, el cuaternario oculto de Pausanias, el Tetractys de Pitágoras, por medio del cual todo existe, y fuera de lo cual nada puede existir. 

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