El carácter individual Y la herencia karmica

 El carácter individual 

Las cualidades determinan la índole del «carácter individual». Por ejemplo, dos lobos colocados en el mismo ambiente no obrarían de distinta manera probablemente. 

YOGA Y LIBERACION KARMICA
LA YOGA TE AYUDA A LIBERARTE DE CLICHES KARMICOS


El campo de conciencia del ego superior no se refleja nunca en la luz astral. La envoltura áurica recibe tanto las impresiones del Manas superior como las del inferior; pero sólo las impresiones de este último se reflejan en la luz astral, que está en un plano demasiado bajo como para recibir la esencia de las cosas espirituales que alcanzan al ego superior o que este no rechaza. Pero durante la vida humana, dicha esencia queda impresa en la envoltura áurica para fines kármicos; y después de la muerte y de la separación de los principios, se une a la mente universal para esperar allí kármicamente el día de la reencarnación del ego. Porque toda entidad, por elevada que esté debe tener en la Tierra sus kármicos premios y castigos. Las impresiones espirituales quedan más o menos grabadas en el cerebro, pues de otro modo no sería responsable el ego inferior. Hay, sin embargo, algunas impresiones que no son de nuestras experiencias anteriores, y las recibe el cerebro. El cerebro del adepto está preparado para retener estas impresiones. El rayo reencarnante puede considerarse en dos aspectos: el ego kámico inferior se disgrega en Kâma Loka; la parte manásica recorre su ciclo y vuelve al ego superior, que en realidad es el que sufre la pena. Ésta es la verdadera crucifixión de Christos (el más abstruso, pero el más importante misterio del ocultismo), pues de él depende todo el ciclo de nuestras vidas. Verdaderamente es el ego quien sufre; porque la conciencia abstracta de la conciencia personal superior queda impresa en el ego, como parte de su eternidad. Todas nuestras más grandes impresiones se graban en el ego superior, por ser de su misma naturaleza. El patriotismo y las señaladas proezas realizadas en servicio del país no son completamente buenas desde el punto de vista de lo supremo. Bueno es beneficiar a una porción de la Humanidad; pero es malo si es a expensas del resto. Por lo tanto, en el patriotismo está entremezclado el bien con el mal; y aunque la íntima esencia del Yo superior es inmancillable, puede mancharse la vestidura externa. Así es que los buenos y malos pensamientos, y las malas y buenas acciones, quedan impresas en la envoltura áurica, y el ego echa sobre sí el mal karma, aun sin ser culpable de él. Ambos órdenes de impresiones se esparcen después de la muerte en la mente universal; y cuando el ego reencarna, envía su rayo a la nueva personalidad en donde sufre en su autoconciencia resultante de las propias acumuladas experiencias.

Cada ego tiene tras sí el karma de pasados manvántaras. Hay siete jerarquías de egos, algunos de los cuales, como por ejemplo los de las tribus salvajes, están comenzando, por decirlo así, su actual ciclo. El ego surge con conciencia divina; sin pasado, ni futuro ni separación; pues tarda mucho en advertir que él es él, y sólo al cabo de muchas vidas discierne por experiencia que es un individuo. Terminado el ciclo de sus reencarnaciones, continúa siendo la misma conciencia divina, pero se ha convertido en una conciencia autónoma e individualizada. El sentimiento de la responsabilidad dimana de la presencia de la luz del ego superior. Según va individualizándose el ego en su ciclo de renacimientos, reconoce con mayor advertencia por efecto del sufrimiento la responsabilidad que, finalmente, le lleva a la conciencia propia, la de todos los egos del universo. Ser absoluto, para tener idea o sensación de todo, ha de pasar individual y no universalmente, por todas las experiencias; a fin de que al reintegrarse, vuelva con la misma omnisciencia de la mente universal, más el recuerdo de todo cuanto pasó. Por lo tanto, hemos de procurar siempre el acrecentamiento de nuestra responsabilidad. El ego superior es a manera de un globo de luz pura y divina, una unidad de un plano superior, en que no cabe diferenciación. Al descender a un plano de diferenciación emana un rayo, que sólo puede manifestarse por medio de la ya diferenciada personalidad. Una porción de este rayo, el Manas inferior, puede cristalizar de tal manera durante la vida que se identifique con Kâma y permanezca asimilado a la materia; mas la porción que se conserva pura, forma el Antahkarana. Todo el destino de una encarnación depende de si Antahkarana será o no capaz de subyugar el Manas Kâmico. Después de la muerte, la luz superior (Antahkarana) que lleva las impresiones y memoria de todas las aspiraciones nobles y elevadas, se identifica con el ego superior, al paso que los malos deseos se disipan en el espacio, y vuelven como mal karma que espera a la personalidad. El sentimiento de la responsabilidad es el principio de la sabiduría; la prueba de que ya se inicia el desvanecimiento del Ahamkâra, el comienzo de la pérdida del sentimiento de la separatividad. 

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