REENCARNACIÓN, LEY DE LOS CICLOS

La cuestión de la reencarnación 

Ha sido objeto de los más variados planteamientos, que oscilan desde las loas de sus acérrimos defensores hasta las críticas de sus acérrimos detractores. Lo malo de estos extremos es que tanto defensores como detractores se apoyan más en cuestiones de fe, en fantasías místicas o en forzadas tesis científicas que en conocimientos equilibrados. 

REENCARNACIÓN, LEY DE LOS CICLOS
la vida mas alla de la muerte y antes de nacer


Para nuestra desgracia, es difícil encontrar en la actualidad unos conocimientos que tengan suficiente solidez, a pesar de que abundan libros y libros sobre el tema, porque hace siglos que la mayoría de las civilizaciones abandonaron esta particular concepción de la vida en la que se dan cita lo religioso, lo filosófico y lo mistérico. Lejos de las autoridades en la materia, hoy abundan sentimentales del esoterismo que ven en la reencarnación una forma de seguir viviendo, de volver una y otra vez a esta vida, o fanáticos de algunas religiones que niegan la reencarnación sencillamente porque no se menciona en sus mil y una vez retocados textos sagrados. Eso sin contar con los expertos que adornan la polémica con unas gotas de morbo y mezclan la posibilidad de que un ser vuelva a encarnar en varias oportunidades en busca de experiencia, con la superposición de formas de vida; así, uno que hoy es hombre puede renacer mañana como vaca, renacuajo o lechuga. Es comprensible que en esta línea de pensamiento, la reencarnación haya ido ocupando puestos cada vez más secundarios en los intereses de los auténticos pensadores e investigadores. 

Los pueblos antiguos y la reencarnación

Sin embargo, todos los pueblos de la Antigüedad conocieron esta doctrina y la vivieron con toda naturalidad, como parte integrante de sus creen-cias y de sus filosofías. Y ya no podemos seguir sosteniendo que estos pueblos eran menos sabios que los actuales simplemente por ser más antiguos; la tesis del crecimiento continuo y progresivo no se demuestra en la realidad. Antes bien, muchos conocimientos de épocas antiguas continúan siendo inabordables para la ciencia actual. Lo que sí es cierto es que no en todos los momentos de la Historia los hombres se volcaron por lo mismos intereses y no siempre tuvieron un mismo punto de partida en sus estilos de pensamiento. Donde hoy predomina la racionalidad, antes primaba en muchos aspectos una concepción más intuitiva y profunda de ciertas vivencias que la mente apenas sí puede explicar. Pero no hace falta ser un genio de la intuición ni un destacado racionalista para poder abordar algunas hipótesis que hicieron de la reencarnación un soporte de la evolución. 

La naturaleza

  Una mirada a la Naturaleza Ahora que tanto apasiona la ecología y el respeto por nuestro planeta, es cuando resultaría más sencillo volver una mirada profunda a la Naturaleza y no detenerse tan sólo en sus fenómenos más superficiales. 

La ley de los ciclos se manifiesta en todo lo que nos circunda. Nada más normal que el constante devenir de las estaciones con sus conocidos cambios, y a nadie se le ocurriría definir el invierno como una muerte definitiva, sino apenas como un reposo antes del despertar de la primavera. Un árbol sin hojas no es un árbol muerto; está pasando por un ciclo y se abrirá paso a otro cuando vuelvan a renacer sus hojas, sus flores, sus frutos. El ciclo que va de la semilla a la planta en plenitud, de cuyos frutos vuelven a producirse semillas, nos habla claramente de una energía que circula bajo diferentes formas, pero sin destruirse. 

La arena que se vuelve piedra, o la piedra que se desmenuza en arena, es otro ejemplo que aceptamos sin más porque no contradice la razón, tal como el agua que se hace nube y la nube que se vuelve a transformar en agua. El día y la noche se suceden el uno al otro y no cabe en la mente pensar que la oscuridad de la noche será perpetua. Lo natural es que el Sol aparezca todas las mañanas o, desde otro punto de vista, que la Tierra siga girando sobre su eje y alrededor del Sol provocando así zonas de luz y de oscuridad, zonas de calor o más frío. 

Pero lo que resulta lógico en la Naturaleza parece perder sentido cuando se aplica a los hombres y a la escala de vida más cercana, los animales. No es nuestra intención detenernos en esta oportunidad en los ciclos de los animales, que también los hay, sino centrarnos en los humanos por la cuenta que nos trae.

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