La reencarnacion en el hombre (seres humanos)

 El hombre 

Comúnmente se aceptan ciclos en el desarrollo del hombre que van desde el nacimiento a la muerte, pasando por la niñez, la juventud, la madurez y la ancianidad. Pero es un ciclo abierto que deja sin despejar dos incógnitas: la del nacimiento y la de la muerte, es decir, de dónde venimos y hacia dónde vamos. La vida humana es como un recorte de ciclo, un trozo de circunferencia que no se cierra sobre sí misma. Si el mar vuelve al mar a través de la lluvia de las nubes, el hombre no vuelve a la vida después de la muerte. ¿Por qué? Tal vez por ignorancia, tal vez por temor, tal vez por prejuicios, tal vez porque entonces la vida se volvería mucho más compleja...

morir no es el final de la  vida, solo es el fin de un capitulo
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 💫Lo cierto es que aun quienes conciben la inmortalidad del alma, no conciben en cambio que un alma inmortal pueda asumir varias formas externas, no aceptan que si una vez pudo tener un cuerpo, lo pueda tener muchas más veces. La existencia así planteada se convierte en un auténtico infierno, en una carrera contra el tiempo, en una perpetua queja contra el destino o la mala suerte, en una suma  inexplicable de sufrimientos que parecen no tener sentido. 

Por razones desconocidas, unos viven más y otros menos, unos gozan de buena salud y otros padecen dolores y enfermedades, unos tienen ventajas y buenas oportunidades y otros fracasan en todo lo que intentan, unos tienen medios y fortuna y otros carecen de lo más indispensable. Para colmo, no triunfan el bien y la justicia, ni siempre se puede otorgar decididamente la razón a unos sobre otros. 

Si partimos de la base de que el ser humano es algo más que su cuerpo físico, ya damos un paso adelante en el asunto. Aunque hay quienes pretenden resumir los procesos humanos en el funcionamiento biológico y en los cambios físico-químicos, no todos los sentimientos o los pensamientos que tenemos se explican tan fácilmente. Para cualquiera es una evidencia que su psiquis y su mente se desenvuelven en otra dimensión, en otro plano distinto del meramente físico, al punto de que ideas y emociones pueden trastornar al cuerpo y el cuerpo, a su vez, puede influir en ideas y emociones.

 ¿Por qué no pensar, pues, que la psiquis, la mente, y aun el alma o espíritu – si se quiere apuntar a algo más sutil todavía– son como la raíz del árbol que permanece, a pesar de que las hojas caigan en invierno? El invierno de la existencia puede secar los cuerpos, pero queda una raíz latente que, pasado el ciclo de descanso, es capaz de florecer nuevamente cubriéndose con otra vestidura. Si así fuera, si cada uno de nosotros volviese de tanto en tanto a la vida, alternando estos ciclos con los otros que llamamos muerte, la existencia sería una escuela de formación. 

Las experiencias adquiridas facilitarían una evolución creciente y muchas de las «injusticias» y desigualdades que antes citábamos podrían explicarse como desigualdades de desarrollo, como efectos de causas propias anteriores, y no como simples plumazos de buena o mala suerte. La muerte perdería su aspecto fatídico y sería en cambio un descanso lógico y necesario, tanto como lo es el dormir por las noches tras una jornada diaria de actividad. Vivir cansa, agota y el hombre interno que subyace tras las formas que se deterioran, ansía un poco de reposo. 

🙏Vida y muerte, o existencia formal y existencia sin forma, se suceden según ritmos especiales; tal como enseñaban los antiguos, el alma requiere un periodo no menor de cinco veces lo que ha vivido sobre la Tierra para poder regresar renovada y con fuerzas para emprender otras experiencias. Pero nuestro mundo no sólo atenta contra la Naturaleza destruyendo las fuentes que nos ayudan a mantenernos, sino que también atenta contra la misma vida humana.

 El temor –por no decir terror– a la muerte

 ha hecho que progresivamente se acorten los ciclos de descanso, que nadie quiera permanecer sin cuerpos, y los que vuelven, lo hacen sin haber descansado. Al menos, eso es lo que recogemos de las enseñanzas tradicionales. Al ser cada vez más breves los períodos de reposo o muerte, son más frecuentes los períodos de vida terrestre, con lo cual crecen las apetencias materiales, la ansiedad de sensaciones físicas y la incapacidad para comprender otra forma de ser que no esté encerrada en un cuerpo. Los hombres vienen a la vida «viejos» y cansados, nerviosos y agresivos como aquellos que han dormido poco, y no sólo una noche sino muchas y muy seguidas.

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